miércoles, 10 de octubre de 2007

VIERNES 26 DE OCTUBRE

21 HS


Carlos Battilana - Nurit Kasztelan- Susana Villalba

Centro Cultural El Surco: Boedo 830

jueves, 4 de octubre de 2007

Osvaldo Bossi























Mi amigo Raulito

No sé cómo hace la gente
para separar las aguas con un cuchillo.
Yo siempre tuve de la amistad
una idea muy rara, o no tuve
ninguna idea, como si de mi corazón
y de mis pensamientos
brotara una ramita común y silvestre
y al rato --al mes, al año—de la misma rama,
del mismo árbol, volvieran a caer
no sé qué frutos delirantes.

*

A veces
los llevaba a dormir conmigo,
en mi cama. O cruzábamos el alambrado
y nos metíamos
en el campito de la esquina
donde los árboles se balanceaban todo el tiempo
con un silencio más o menos
benigno y atronador.

La gente no sabe
las cosas que se cuecen en esas aguas, o lo sabe
y se olvida enseguida
para no pasarse la vida entera
escuchando el ruido de ese taladro insistente
que no nos deja dormir, morir
y mucho menos soñar.

*

A mí me hubiera gustado olvidarme
de Raulito Lemos,
de su pelo negro y azulado, un poco
apelmazado en la nuca,
de su mirada de ojos chiquitos y saltones
pidiéndome todas las noches lo mismo.
No que lo quisiera (porque mi cariño
estaba a la vista) sino que me inclinara en esa tierra
que se extendía bajo las estrellas,
peligrosamente, junto a él.

*

De día, en cambio, en el mismo
escenario vacío
jugábamos a la pelota.
Había en aquellos gritos, en aquel desafuero
el revés de una calma
donde otros animales embotados, casi perdidos
vertían sus preciosas mieles
en el cañaveral.

Con Raulito
no sabíamos qué hacer,
cómo irnos
o cómo quedarnos.
A nuestro alrededor flotaban
toda clase de élitros.
Tocábamos el aire o lo bebíamos
a grandes tragos
pasándonos de mano en mano
una invisible cantimplora.

*

La luz
como un telón de fondo,
como una cama amplia, de dos plazas
donde caíamos los dos.

Es cierto que alguien, antes
me había dicho que no lo hiciera,
que por ningún motivo
me bajara los pantalones
si otro chico me lo pedía.
Lo que no puedo acordarme, ahora
es quién se lo pidió a quién...

Cimbraron un poquito las cañas.
Parados al principio
y en cuclillas, luego
nos entregamos a una suave fricción
donde uno se olvidaba de sí mismo
y se encontraba en el otro,
donde tocar el sexo de Raulito
no era lo mismo que tocar mi sexo,
aunque fuera lo mismo.

*

Para mi bien y para mi mal
cerré los ojos y pensé
que si el mundo entero reventaba
finalmente, por los cuatro costados
no tendría la menor importancia.

*

Sin embargo, mi casa
aunque tambaleante, seguía intacta.
No tenía otro remedio que estudiar
la lección de historia
y calcar un mapa que contuviera
los ríos y las montañas del Africa.
Pero como no veía bien, inventé
toda clase de nombres y de afluentes
que imperceptiblemente me fueron alejando
del Africa real.

Para volver y encontrarla, no tuve
no tuve mejor idea que acudir a la ayuda
de una pequeña lupa de juguete
como Sherlok Holmes.

*

Pero, como siempre
yo me había propuesto una cosa
y el amor había dispuesto otra.
Llevé mi lupa, parecida
a un tesoro fragante, hasta el campito de la esquina
porque quería estudiar –le dije, muy seriamente
las nervaduras de las hojas
y el previsible y sin embargo extenuante
comportamiento de las hormigas.
Pero no lograba ocultarlo
o ya no había nada que hacerle: el foco
redondo y vibrátil
hacía agua por todas partes
buscando el rostro de mi amigo Raulito
brillante como una moneda de oro
al atardecer.

*

Esperé a que cerrara los ojos
y se durmiera.

Es raro, pero
apenas acerqué el cristal
la respiración también se agrando,
venciendo el peso enorme
que a nuestro alrededor tenían
los árboles de eucaliptus.

Mi lupa
era un objeto mágico, lo sé
que recorría de lado a lado
su inmenso cuerpo
en porciones cada vez más cercanas, más nítidas
e inaccesibles.

¿Qué hacer?

Con miedo de perderlo
para siempre, acerqué
como un ciego la punta de mis dedos
hasta sus labios
y lo acaricié muchas veces.

Tocar es mejor que ver, me dije
en ese instante súbito
entre la pérdida y la realización.
Mientras tanto, Raulito
dormía
o fingía dormir.
No afuera, sino adentro de su pecho
cantaban a todo vapor las chicharras.


De El muchacho de los helados y otros poemas,
Bajo la luna nueva 2006.

Selva Dipasquale


















Geometría

Siluetas negras
hombres
que caminan
a nuestro alrededor
mientras el color detenido
de estas luces
en el vagón del subte
cíclicas despiden
el mismo olor
del huevo que olvidamos
en la bolsa de basura
podrido ahora
derramado

leo

estos poemas.


Ella

Sola su cabeza

una brújula
o un radar

en un rincón del jardín
arriba del juego.

Las manos llenas de verrugas

¿comunicarse con las estrellas vacías?

crecen como flores.

La nena podría dormir.


Geometría

En el principio
tu lengua
en tu lengua
los sonidos
en los sonidos
el principio
de tus palabras.

De ParaSelene, Ediciones Vox

Saltos y desprendimientos

Si nos batiésemos a duelo
los huevos
que están en la heladera
elevarían
sus espíritus santos
Cada uno desde su trinchera
hasta transformarse
y hacernos ver
Los Molinos del Ultimo Sueño*.

*Los Sueños, de Akira Kurosawa: la violencia de lo calmo y lo cristalino.

De Camaleón, Editorial Tsé-Tsé

Mariana Suozzo






















I

si en medio de la noche se dispersa el humo

y en la cama hay bichos bolita
o en el sueño arañas, si encendés la luz
y todas las habitaciones de la nave permanecen oscuras
el incendio puede pasar desapercibido
en la luz de otros fuegos
porque en el sueño hubo bichos y en la cama arañas
y muchas veces encendiste la luz y todo permaneció oscuro
pero nunca algo en tu habitación ardió
Entonces te desplomás como un fruto maduro sobre la cama
sumido en vaya a saber qué sueño sordo
y un poema increíble comienza a crecerte en el pelo
se enreda cubriéndote por completo el cuerpo
y de pronto se hace el día y otra vez la noche
y luego el día y la noche sucesivamente, sin pausas
te ves como un astronauta espiando por la escotilla
la mirada fija en nada ¿quién otro ibas a ser?
¿el hombre araña? ¿la chica de la boletería?
fruncís el ceño, torcés los ojos y te das cuenta:
la alegría es una cosa extraña
en tu paseo por el espacio le escribís a tu amante
que continuás sintiéndote terriblemente solo.

II

te reconoces como el astronauta que mira por la escotilla

pero ya no mirás fijamente la nada
suspendido en una burbuja que contiene la visión de tu vida en colores
entonces ves cómo pasabas los días antes de emprender el viaje:
tirado en la cama convirtiéndote en un parásito de la televisión
tus amigos pensaban que habías vuelto a la heroína
pero vos mirabas, casi al pasar, la noticias dejándote persuadir
por ese concurso increíble; te anotaste con la poca fuerza que tenías
y al levantarte de la cama te dirigiste a la otra habitación
para imprimir desde internet las bases del concurso
completaste algunos formularios
y resolviste con gran soltura el ítem que te llevaría de paseo
de pronto eras ideal para ser enviado al espacio y quedaste seleccionado
ellos mandaron un auto negro y brillante a recogerte
el viaje era inminente
conociste a tus compañeros y todos estaban preparados
pero vos no paraste de hablar (traicionado por los nervios)
y comentario tras comentario fuiste quedando como un idiota
pero el traje te sentaba bien y te movías por la nave con gran habilidad
mientras los demás tenían claramente trazada su misión
vos te mostrabas muy ocupado en pequeñas cosas sin importancia
entonces la descubriste
tu misión había sido siempre la misma:
dirigirte de un punto a otro del espacio sin saber por qué.

VII

la permanencia en el espacio es bien rara

el sol sale varias veces por día: debés guiarte sólo por el reloj
al amanecer primero se ve un anillo de luz
después, rápidamente, aparece achatado
en cuestión de minutos se ilumina todo y el día renace
Cuando viste partir a los astronautas hacia la luna
todavía no ibas a la escuela
pero ya tenías ganas de aventurarte en un viaje así
adentro del cohete se vuelve a la niñez
Edgar tenía trece años y después de trabajar en el campo
corría al aeródromo del pueblo para lavar aviones
Neil antes de empezar la universidad ya tenía su brevet de piloto
algunos (aún siendo muy jóvenes)
se habían sumado a la guerra como aviadores
pero tu recuerdo es menos pretencioso,se resume en ganas inútiles
o sueños que se avivan por una imagen
y las historias que escuchás por ahí:
la nave de juguete, tu primer muñeco con traje aerostático…
a veces se expande tanto el horizonte
que no podés acordarte más de lo pasado
y cualquier recuerdo parece un invento
como cuando se produjo el despegue, recién ahora lo podés asociar
con algún viaje en tren pero vertical con mucho temblor y ruidos
después apagan los motores y el movimiento es suave
flotás: sin nada arriba ni abajo,
es lo más parecido a permanecer en el agua
pero en el espacio no hay nada que empujar.

De Mark en el espacio, próximo a ser publicado por Huesos de Jibia

Eran tres los que leían




Eran más los que escuchaban