jueves, 28 de junio de 2007

Delfina Muschetti


















Barrio San Martín 6

los Mussio (que eran once) los Maunier (que eran seis) los otros de mí el deseo
persistente de comer queso de que compraran en casa queso Chubut como los
vecinos la cáscara amarilla y el sabor semiblando cuando se hinca el diente no sabía
pedir temía la intensidad del deseo me postergaba en frases vagas siempre
malentendidas en la burla de lo que mi boca no podía decir

como en Niza después en ese restorán al que faltó Ella perdida en sus devaneos
de siempre el deseo del tomate en rodajas que repartía en su lugar Él
y yo veía depositarse en cada plato de los hermanos lejos de mí

Villaguay 0

dicen que cuando sentados en la mesa larga del abuelo mi primo el mayor
no quería comer los tallarines ya servidos en el plato Él sacaba su revólver
-su arma reglamentaria- y lo ponía sobre la mesa junto a los cubiertos

no tengo esa imagen en la memoria sólo el miedo que el relato me producía
indecisa entre esa exhibición de violencia y otras sensaciones benignas
que llegaban de Él otra clase de enigma otro hueco en las capas profundas
de lo arcaico

De Amnesia
(de próxima aparición en Paradiso)

Lavanda

No conozco la flor en vivo, sólo los ramilletes reunidos en pequeños saquitos
hechos de tul o gasa transparentes atados al medio por cintas finas de raso.
Allí se agrupan: parecidas a espigas pero más pequeñas y de color violeta o lila
más claro. Se colocan entre la ropa guardada en los cajones de cómodas, armarios
o placares para darles su perfume. El mismo uso se le da en los líquidos que usamos
para limpiar pisos y el baño. Atrae el color violeta penetrante en la botella de 900
centímetros cúbicos. Hasta el nombre de las marcas Pinoluz, Poett, desprenden en
doble tt agramatical un haz de olores frescos. Investigo su cercanía con la lavandina:
al contrario de lo que sugiere el cuasi-diminutivo, la lavanda es menos extrema
menos aguda más suave. Dicen también que conviene usarla en esos menesteres
domésticos porque trae buena energía a la casa.

De El enigma de las flores (inédito)

Martín Rodriguez


















Si

La enfermera quiere amamantar
La enfermera está loca
La enfermera tiene
una pasión pública que la vacía,
La enfermera sabe que es criatura fue abandonada,
dejada en la cuna flotando
en el agua, sin nombre,
la enfermera hace suya esa sangre
la sangre es pública
la sangre puede saquearse
La enfermera está sacada: su sangre
en la punta de la aguja,
en los labios,
repite el nombre que quiere ponerle,
lo escribe en un azulejo,
flota,
La enfermera flota en un jardín
de flores arrancadas,
La enfermera recogió todas las flores
y se las puso en el pecho,
mientras se le hacía agua la boca.

Puñal

Estoy completo, sé lo que me falta. Me miro las manos.
Y no tienen callos. No tocaron cosechas.
Me falta una tierra con el talón rojo.
Me falta una tierra sin árbol, sin cosecha, sin gajo.
Me falta una iglesia agraria, humilde,
caminar a ciegas con el puñal
hundido, para que el chorro de sangre
libere a la criatura
Me falta el puñal del corte clavado en el ombligo.
Un jardín talado.
Me falta cortar todas las flores.
Olerlas, y que me huelan hasta hallar al niño que las huele
por primera vez.

Bautista

Los hermanos esperan impacientes, mordiéndose las uñas...
cuando le avisan al padre que nació su cuarto hijo
y sale a fumar solo, mira fijo el edificio Bernasconi,
ese edificio fue declarado de interés cultural.
Y su hijo no le interesa a nadie. La cultura de su hijo
empieza a depender de todo lo que piensa, fumando,
cuando mira al Bernasconi:
“lo imponente de estas construcciones
es que desaparecen, se hunden...”

Bautista es un nombre sacado de la biblia,
al azar.
También podría llamarse Ezequiel, o
Lucas. La biblia es puro azar.
El azar destruye,
en el destino un estigma. Dame un nombre,
dame un talismán.

Oración

por un sueño en pañales,
por un pañal con el puño,
endureciendo ahí, endureciendo ahí,
por un paño tibio en el sueño
que revele
del pañal cagado una paloma blanca, luminosa,
con su puño aferrado
a lo que todavía no existe,
con el mensaje del sexo en los labios,

por un pañal con alas que trae del cielo
los huevitos, el ovario,
el melón, la mamadera tibia, los añillos

De Maternidad Sardá, Editorial VOX

Germán Rosati


















En el oeste solo se escucha cumbia

que inunda las calles de terracota seca
como un maremoto de vaselina.

Hay asado sobre el carbón
pero el fuego más intenso
esta en el centro de la pista improvisada
donde una multitud de parientes
maceran sus enjundias
en el aroma dulcineo de esos ritmos acompasados.

Primitas pendenciosas que bailan solas
y se van arrebatando de a poco
a medida que pasan
copiosas copas de los brindis incontables
ponderan a la parentela
pero pierden el rastro a la altura del padrino.

La abuela, entretanto, se presta gustosa
a esos maravedíes de maravilla
que le muestra el viejo Fierro.
Y ahí nomás arrancan las justas familiares
inauguradas de nuevo por mi abuelo
con un sopapo soberano aterrizado justo
en la mejilla de Don Fierro
que se había figurado fintearle finito a ese zarpazo filoso.

Se cansa Fierro, se le nota
en esa cara vivorosa
capaz de avinagrar el vino más picado.
Se trenzan de nuevo, retorciéndose hasta la contorsión
y Fierro honra su nombre
pelando un cañón de calibre considerable
y con dos bombazos al aire termina
lo que no había empezado.

Que el limo tierno no te tronche

el cuerpo cuando resbales
sobre la arena
por el agua transparente
y que no escupa sobre tu cara
abarrotándose como una explosión de maquillaje.

Que la tormenta no desparrame tu cabeza
del odre de tus hombros
para beber el vino de las brevas.

No amaine la marea
que va inundando los meandros
de tu blusa magenta
y si acaso el viento campea
entre tus piernas opalinas
tratá que no florezcan
setas húmedas
en la hondonada de tu ombligo.

Lola, no es mi culpa que no sepas maquillarte

que el rouge sea una tormenta tropical
desbordando lagunas en tu cara.

Lamento que no puedas morderte la lengua
a riesgo de envenenarte con esa rabia
y estés obligada
a lamer tus propias palabras
a degustarlas como un chicle sin sabor.

A veces, la sombra de tus párpados envuelve
en una niebla o tela o nube o polvareda negra
a quien intenta mirarte a los ojos.

Ese lunar ubicado justo
en el camino de tus lágrimas
impide que llores, a menos que sea
absolutamente necesario.

Eran tres los que leían


lunes, 4 de junio de 2007

VIERNES 15 DE JUNIO
20 HS


Delfina Muschietti- Martín Rodriguez - Germán Rosati


Club Bollini: Niceto Vega 5976

(Entre Arevalo y Ravignani)