lunes, 14 de julio de 2008

Soledad Castresana


La supervivencia del más leve

Una líbelula persigue a un colibrí.
Fascinada, intento
sumarme al cortejo
y olvido
la gravedad de mi especie.

Inédito

advertencia a los que se pierden por deseo

para no llorar
Capitán prefirió
que le arrancaran el ojo

moscas verdes
le copulaban la cuenca

yo sí lloraba

papá se acercó
con la navaja

el ojo era chiquito
en su mano de héroe

el perro no se movió

sostuvo la mirada del filo
mordió el aullido

nunca dejó que le taparan el hueco

trampa para cazar caballos

en el suelo
una costra de maíz azul
sobre los granos
cae un potrillo

una espuma violeta
le corona el belfo
la hinchazón anestesia los ojos
atraviesa el barbijo

hay que quemar el aire
para evitar el contagio

la noche se ilumina
de relinchos
y no hay música
para acompañar el fuego

los caballos saben
cuando van a morir

pero no conocen
el color del veneno

sombra

una oruga de fardos de alfalfa
resiste el afán incendiario
de la siesta

nos refugiamos
en el tanque australiano
flotamos
en el sordo hechizo
de las abejas

a veces la sed desespera la piel
nos quema el alivio

cuando baje la fiebre del aire
perfumados de higos
subiremos la tarde
hasta los árboles

esperaremos
mareados y calientes
que la noche detenga
la sangre de las víboras

cuando acabe la luz
nos quedaremos sin agua

De Carneada, Alción, 2007.

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