La supervivencia del más leve
Una líbelula persigue a un colibrí.
Fascinada, intento
sumarme al cortejo
y olvido
la gravedad de mi especie.
Inédito
advertencia a los que se pierden por deseo
para no llorar
Capitán prefirió
que le arrancaran el ojo
moscas verdes
le copulaban la cuenca
yo sí lloraba
papá se acercó
con la navaja
el ojo era chiquito
en su mano de héroe
el perro no se movió
sostuvo la mirada del filo
mordió el aullido
nunca dejó que le taparan el hueco
trampa para cazar caballos
en el suelo
una costra de maíz azul
sobre los granos
cae un potrillo
una espuma violeta
le corona el belfo
la hinchazón anestesia los ojos
atraviesa el barbijo
hay que quemar el aire
para evitar el contagio
la noche se ilumina
de relinchos
y no hay música
para acompañar el fuego
los caballos saben
cuando van a morir
pero no conocen
el color del veneno
sombra
una oruga de fardos de alfalfa
resiste el afán incendiario
de la siesta
nos refugiamos
en el tanque australiano
flotamos
en el sordo hechizo
de las abejas
a veces la sed desespera la piel
nos quema el alivio
cuando baje la fiebre del aire
perfumados de higos
subiremos la tarde
hasta los árboles
esperaremos
mareados y calientes
que la noche detenga
la sangre de las víboras
cuando acabe la luz
nos quedaremos sin agua
Una líbelula persigue a un colibrí.
Fascinada, intento
sumarme al cortejo
y olvido
la gravedad de mi especie.
Inédito
advertencia a los que se pierden por deseo
para no llorar
Capitán prefirió
que le arrancaran el ojo
moscas verdes
le copulaban la cuenca
yo sí lloraba
papá se acercó
con la navaja
el ojo era chiquito
en su mano de héroe
el perro no se movió
sostuvo la mirada del filo
mordió el aullido
nunca dejó que le taparan el hueco
trampa para cazar caballos
en el suelo
una costra de maíz azul
sobre los granos
cae un potrillo
una espuma violeta
le corona el belfo
la hinchazón anestesia los ojos
atraviesa el barbijo
hay que quemar el aire
para evitar el contagio
la noche se ilumina
de relinchos
y no hay música
para acompañar el fuego
los caballos saben
cuando van a morir
pero no conocen
el color del veneno
sombra
una oruga de fardos de alfalfa
resiste el afán incendiario
de la siesta
nos refugiamos
en el tanque australiano
flotamos
en el sordo hechizo
de las abejas
a veces la sed desespera la piel
nos quema el alivio
cuando baje la fiebre del aire
perfumados de higos
subiremos la tarde
hasta los árboles
esperaremos
mareados y calientes
que la noche detenga
la sangre de las víboras
cuando acabe la luz
nos quedaremos sin agua
De Carneada, Alción, 2007.
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