lunes, 27 de octubre de 2008
Andi Nachón
Skaters
Todo lo que vive, vive para siempre y siempre
acontece tanto. Casi vos dirías demasiado, igual
alguien toma unas breves vacaciones
de sus días cierta tarde, una década
lo mismo da la India o algún taxi
directo a Paternal. Llegada y diferencia: cinco esquinas
mal encuandradas cuando una avenida deviene
avenida contraria. El cielo
el mismo aquí aunque otra forma del invierno, en verdad
su aviso hecho carne y hueso
para vos. Todo
todo esto que vive vive siempre: caen cáscaras, trucks de la tabla
engrasados por apuro o minucia
de novia despechada. Con la práctica
el intento de aquí a un paso
solamente eternidad. Novedad generosa y buen agüero
para este huesped inoportuno del invierno, así dirás: todo
dura y dura demás, incluso el salto tantas veces intentado
sucede ahora solo y se parece tanto
a un salto más. Arriba los árboles
más árboles descarnados, estrellas y vértigo
un edificio demasiado alto. ¿Quién no reclamaría su propio
corazón skater y afinado? O mejor tarde visitante en Paternal
que los fresnos se muestren todavía verdes y escoltando
calles donde podés quedarte, afianzar el sustento diario
una casa adonde dirás: listo
este corazón bien sabe qué late, qué
no pulsará ya.
Armas y rosas: golpeando las puertas del cielo.
Un poco de paciencia y bienvenida
la jungla ésta
más o menos abierta ante vos. Dirás así
la tarde entera la luminosa
espera de cambio
en integridad suficiente
un como sí de los días: enfrente espléndido el oeste
su explosión
duración completa y no pedida. Esta selva un juego
sin inscripción ni fecha
de caducidad evidente. Subidas
bajadas vertiginosas y tardes donde dirás
hasta yo estoy agradecida. ¿Más? Estampida brillante
recién cruzando la avenida cruzó tus días. Sin seguridad ni control
mi chica dulce
estalla el oeste todo
de nuevo frente a vos.
Sin dudas: sólo una chica.
Alerta y a contrapelo, si decide en cada otro
ver un otro enemigo de ella
ella puede decir: por dentro
me estoy pudriendo. Así elige fenómenos naturales
coronación y sudestada
para la mañana que insiste cada mañana
con su llegada. Alerta y a destajo
este contrato: corazón desganado
ante la sábana amplísima del verano. Cada otro es otro
cada vez más lejano. Cartonea minucias
migajas
restitos de eso que siente y no quiere
invocar maldad. Miedo dirá y elige
en tosudez y en esto
otro desastre natural.
La luna: nuestros recuerdos más raros.
Y esa va a ser
nuestra propia temporada en Marimbaud. Dos sillas
galería y sus tardes, una a una fundiéndose en ésta
única tarde final. No es preciso
hablar de quinina, jeringas ni láudano posible. Ese
nuestro tiempo de colonias: exploradores
estancados al calor del atardecer cuando vos
de pronto te parás. Otro felino más del lugar
con diez
kilos bajo tu peso, quizá más. -¿Los caramelos?
volvés a preguntar. Adentro cama en sombras, mesa
con la bolsa de mogul sobre los dos
barbijos que rechazamos usar: un imperio
sostenido por enfermedades crónicas. Sé bien
mi vestido es verde y más allá
el jardín se extiende para gatos dormitando
inconscientes en su capacidad de recordarnos: toxoplasmosis antes sólo
una palabra más
de nuestro amplísimo vocabulario. Y sí, ese verano
nuestra propia colonia avanza, desgastada en el vaivén
cuando no hay vasos
gin, rodajas de lima ni planes
para excursiones venideras aunque la luz
siempre distanciada se abra, casi con ese filtrarse
a través de los cubitos de un trago. Hay imprecisiones
la tormenta niega principio y también final
y así vamos nosotros en un largo
no llegar: mil gatos
el jardín
sus límites nebulosos hacia donde oteamos
como quien espera algo. Poco viene ya y nada
nunca llegará
salvo –destemplados– el anochecer y tu amado
al que consuelo a la distancia mientras adentro
sobre la queja del tubo de oxígeno vos
soñás súbitos prodigios artificiales.
Los chicos bestiales: cuerpo en movimiento.
¿Y si pudiera ver? Digo: si con ojos abiertos
confiara en eso, ahí visible, obvio ante mí. Si así posible
confianza fuera sobre alguna
permanencia: llueve, afuera las hojas
van a estar mojadas, calles
resplandecientes de gente
en prisa en huída
bajo un aguacero capaz
de hacernos recordar: estás aquí mientras la tormenta
sencillamente avanza. Esos pactos, con igual arrojo y sincronía
el agua cae feroz eriza
copas del fresno el rojo
retenido del reflejo en stop. Cierto
tipo de valor. Pero al fin sólo
cuestiones visibles resultan fiables
al menos para mí. Poco ayuda al alma el don
como una alarma
lista para sonar anunciando
próximo temblor: fatalidad nimia
a tono con la llovizna. Ayuda poco es cierto
decir me gusta demasiado todo esto
así que insisto y sé que aquí
puede estarse sin constancia alguna y casi
sin ninguna redención. Si puedo ver, aceptar lo visto
en eso apenas entredicho: ojos cerrados y asciende
de esta lluvia
su celebración. Ojos cerrados si confiás: llueve mi amor
va a llover.
de Volumen I, inédito
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