martes, 12 de agosto de 2008

Yaki Setton














Haleb
I
Conozco Aleppo como si conociera la palma de mi mano,
recorro con mis ojos cerrados sus calles de bóvedas,
pasajes y recovecos desde sus ocho pequeñas colinas
hasta el barrio judío de Bahsita para tratar de encontrarme
con mi abuelo Jacobo o mi abuela Ana mientras la ciudadela espía
desde allá arriba fortificada y a manera de atalaya sobre las planicies
del Eufrates ¿Será porque sus susurros, sus lentas y suaves palabras
en árabe y hebreo, resuenan todavía en mis oídos o porque su nombre
me suena fértil para los sueños, refugio de nuestros antepasados?
Aram Zobá, Halab, Haleb, Halep, Aleppo la blanca son los nombres
para nombrarte mientras punzantes trompetas resquebrajan las

-----------------------------------------------------------------/ murallas
que caen sobre los indefensos canaanitas y Abraham, con su

------------------------------------------------------------/-/cabeza cubierta
y su cuerpo enjuto, reparte leche entre los pobres y recorre las

--------------------------------------------------------------/callejuelas
junto con Sara, Isaac, Hagar, Ismael.

II
Me entrego a las estrellas mientras rezo en este knis o yamí
a cielo abierto y la brisa de verano acaricia mi boca, acaricia
mis palabras que en árabe o hebreo remedan los gestos y el balanceo
de mi cuerpo, me inclino hacia Jerusalén, me inclino hacia La Meca
y balbuceo bendiciones; escucho en la apacible oscuridad
el lento despertar de Haleb, como yo tumbado en este patio
de columnas y arcos, de nichos y tabernáculos de adobe, me abrazo
al Keter Tora y ardo con él.


III
En el quieto amanecer se escuchan los suaves rasguidos del ud,
el tintineo de un daff, el seco golpeteo sobre el dumbek, la voz
monocorde de un jazan (¿o es un muezzin?) que se frena en las nasales,
se estira en una vocal mientras borda melodías y se agrava,
se torna aguda, dulce, se curva y baila en el aire hasta seguir sola
en el silencio del sol naciente y repite una beraja o
una müwashshah que no aseguran nada salvo olvidar.

Sonthofen, 1945

Sir Arthur Harris dirigió cuatro incursiones
contra Hamburgo en el espacio de diez noches,
conocidas por“Operación Gomorra”.

RAF Bomber Command

Aquí se entra como alemán reza
el cartel que cuelga apenas de un clavo
sobre la puerta del almacén sin techo
mientras las bombas caen sin piedad
ni cuartel sobre las calles repletas
de escombros, de cuerpos de niños
y mujeres descompuestos.
Los bombarderos zumban
sobre quienes no fueron al frente
de batalla. Los calcina vivos
¿nada debe quedar de ellos? ¿Arderán
como en Sodoma o Gomorra?
Una mujer con el pelo chamuscado
cruza de una vereda de cráteres a otra
con la pequeña valija marrón
en su mano tropieza y se lastima
-una ceja le sangra-, la valija
se abre como una explosión
y cae el cuerpo de su niño muerto.

Reichsbahn

La casa tiembla en medio de la noche
mientras siento en la cama el golpe
de una rueda y sus ejes contra los rieles
y durmientes. La locomotora, una Alco
RSD 16 de Ferrocarriles Argentinos,
hace sonar su silbato al tiempo que los vagones
rebotan y rebotan contra mi almohada.
Pasan dos, diez, veintiocho, treinta y seis ...
vagones de ganado, levanto la persiana
para sacar la cabeza pero el alambre de púas
no me deja y de reojo leo Deutsche Reichsbahn
BR 17 1059 y el humo de la máquina me tapa.
No puedo ver más allá, sólo escuchar los golpes
repetidos en los topes de cada vagón entre sí,
los chirridos de frenos gastados e inservibles,
las quejas de los cuerpos apretados porque no hay lugar
para sentarse no hay lugar para desplomarse sólo calor y sed
y nada que tomar nada que comer, estaciones que pasan
de largo y el lento traqueteo que nunca termina en esta casa
llena de grietas tan cerca de una estación de trenes argentinos
tan parecidos a otros trenes que no me dejan dormir.

De Nombres propios, de próxima aparición en Bajo la luna

1 comentario:

Unknown dijo...

Yaki sos el mejor poeta que he leído últimamente, tu poesía arrasa, con-mueve, es una alfonbra voladora. Es de mañana mientras te leo, sé que mi día empieza ahora y que ya nada volverá a ser igual. Gracias, ¡quiero tu libro! irma