viernes, 22 de agosto de 2008

Claudia Masin


















Detrás de la puerta

En las noches de Marrakesh, los hombres viejos
que me llevan a recorrer la ciudad
y esperan que los guíe, terminan inexorablemente
perdidos. Tal vez sólo sé un camino,
y los demás son rodeos
que convergen en él. No tengo preguntas,
la certeza es un sitio donde me crío a mí misma,
como si yo fuera una hija mía. ¿Ves? me digo,
aquí están las imágenes de tu vida,
desfilan como en una película muda,
las películas mudas son aburridas. No importa
demasiado tu vida. ¿Ves? aquí tu casa, tus padres,
las cosas que olvidaste en las mudanzas,
no importan demasiado tus cosas. Podrías ser
cualquiera, podrías no existir, una sirena
dibujada en un libro de mitos. Escuché la historia
de un grupo de exploradores en la Antártida:
iban a vivir un año en el medio de la soledad
y el frío para estudiar la zoología, la botánica,
el clima. El barco de rescate chocó contra un témpano
mientras viajaban para llevárselos
a Europa de regreso. Pasaron inviernos enteros
en el refugio, una casita noruega que ellos mismos
habían construido en el medio
de un país de hielo. Se inventaron
una vida cotidiana, distribuyeron
las tareas y esperaron. Uno de ellos escribió
en su diario: llegué a olvidarme de que tenía un rostro.
Sólo sobrevivía para estar presente en el momento
en que un improbable barco fantasma
asomara entre las olas.
Así es como todo se borra,
la propia voz, el propio cuerpo, cuando alguien
tiene que llegar hasta nosotros
y no llega. El azar es ecuánime -solías decir-
todos encontramos al menos una vez
lo que siempre hemos buscado. Ya no te creo:
el azar, por definición, es injusto. Hay
una vez, sí, pero una sola, y lo demás es el deseo
de que vuelva.

de La vista, Visor, Madrid, 2002


La piedra


Cuando se es niño se respira como las plantas pequeñas,
y el aire más escaso es suficiente. Se vive como las piedras,
trasladadas por corrientes o desprendimientos -fuerzas exteriores,
elementos sobre los que no se tiene poder ni conciencia hacia lugares

---------------------------------------------------------------------------- /nuevos.
¿Qué peligros y terrores no habremos conocido entonces,
cuando las manos amadas nos ponían en movimiento, hacia qué ríos

--- ------------------------------------------------------------------------- /furiosos,
a qué pendientes donde íbamos a perdernos habremos sido arrojados,
en qué avalanchas habrá quedado parte de nuestra materia? ¿Y si todo
lo que quisiéramos decir ya estuviera escrito en esa piedra
que otros moldearon como el viento?



La mudanza

Hay un amor al extravío en todas las personas extraviadas,
a la larga uno levanta su casa donde resulta que ha caído:
arena, agua, barro, tierra firme. ¿Pero y si resultara
posible la mudanza, si el movimiento
no fuera una explosión que de improviso
transporta las moléculas de un cuerpo
de un lugar a otro lugar, si el movimiento fuera
desprenderse como se desprende una gota de una rama,
si fuera algo así de lento, así
de irreversible?


El nudo

Porque no va a ser posible, a menos que pueda amarte, amar
a quien sea. Porque es un nudo escurridizo el amor, que se desliza
de mis manos a las tuyas, y no hay culpa ni condena en esa fuerza
desmedida que me arranca el deseo de vivir, es el mismo poder
que de repente hace que la tierra se convulsione
o estalle una caldera, pura presión de los elementos,
sin intervención de voluntad alguna. Es el amor el estallido que me

----------------------------------------------------------------------------/ resta,
pero es uno que no trae violencia. Pensemos en el rocío cuando cae,
desmembrada el agua en mil haces pequeños,
pensemos en la curva de la luz descomponiéndose en colores en el cielo,
en las estrellas fugaces y su rápida aparición
y desaparición, en las cosas que intensa y suavemente
se abren y despliegan su potencia. Así el amor
que está encerrado y se resiste a morir sin abrazarse a la materia,
sin tocarte una vez para dejarme libre, roto el hechizo
como se ha roto y recompuesto ya mil veces
mi confianza en un contacto entre dos cuerpos
donde el calor se expanda sin quemar e irradie
su resplandor sobre la vida, como una hoguera modesta,
hecha con pocos leños, pero duradera.

Inéditos

3 comentarios:

guillerma dijo...

buenisimos

Anónimo dijo...

excelente!!!

Vi al pez liso dijo...

Me encantaron tus poemas, Claudia!