lunes, 21 de abril de 2008

Paula Jiménez

















La tarde

Un arroyo que surca
la arena en el mar muere, ¿o es el mar
que hacia él va?
Dos chicos se zambullen arrojados
desde los pastizales,
eligen la dulzura de estas aguas
al frío y brusco impacto de las olas.
Todo es nuevo a sus cuerpos: el rayo de la tarde,
el roce de sus pieles vigorosas, tirantes
como las de los peces.
El fluir del arroyo no los empuja al mar,
el mar se rinde a ellos y se opone
al traer a sus bocas un regusto salado,
y a sus manos
plaquetitas de nácar que tamizan
con el suave aleteo de sus dedos.
Al rato salen juntos y caminan la playa
caliente todavía.
Van donde cae la tarde, donde una roca es
un sitio para el largo cavilar
del pescador.

Punta del Diablo

Un paisaje lunar. Las piedras blancas
fulguran en la noche y el vacío
entre ellas cobija oscuridad.
El día terminó
sumergido en el agua
un sol anaranjado fue dejando
estelas de radiantes colores que morían
sobre nuestras cabezas.
Debajo nos supimos pequeñísimas,
difusas como el nácar
que juntamos por la tarde y se deshizo
en nuestras manos. Todo es así.
De pronto, tan lejos de la casa
incierta, este paisaje
se vuelve material. Una extrañeza
es el mundo conocido, la ilusión
de haber estado acá
toda la vida, bajando esta barranca.
Al mirar las cabañas encenderse
el pueblo va tornándose una ruta
de foquitos aislados,
titilantes. Esta es la costa frágil
donde yo te recuerdo,
igual de vacilante que la noche
bajo una luz real.


Playa nudista II

A Pier Paolo Passolini

Por la costa rocosa, como una aparición
se asoma entre el oscuro celaje de la tarde,
detrás un mar revuelto y plata le confiere
cierto halo irreal. Su andar sereno traza
un camino en la arena que empieza a humedecerse,
son huellas regulares
y plenas, de un paso sin sigilo. Balancea sus brazos,
sueltos y relajados,
mientras, alrededor, se anuncia la tormenta.
No parece importarle. La tarde se ennegrece,
arremolina el soplo ligero del ocaso
y se pierde en el agua, blandamente.

Costa argentina

Mientras leo Teorema, sobre nosotras
golpes bruscos de arena
y viento. Después, dejo al libro volver
sus caras amarillas contra la lona a círculos
reflejada en tus lentes. Miro tu piel cetrina
por donde se desliza mi mano solitaria
(táctil, mi última memoria
es la áspera hoja del capítulo cinco).
Casi sin advertirnos, una familia busca
caracoles, piedritas comunes en la orilla
y sus siluetas erigidas rompen
el panorama lineal del horizonte.

De Balnearios, inédito

1 comentario:

Andrelo dijo...

Entrevista a Paula Jimenez:

http://blogdepapelesblancos.blogspot.com/2010/07/entrevista-paula-jimenez.html