viernes, 3 de agosto de 2007

Alicia Genovese























La conductora

El auto coleó descontrolado
en la vía rápida;
en la curva conocida
a más de 100
el volantazo pavloviano
esquivó las rejas,
la ligustrina
y se clavó, entre una y otra
como en boxes;
daños mínimos
y dos gomas desinflándose

La conductora abrió la puerta
y bajó al lento
mundo del césped
Siguió la serpiente
de los neumáticos
en el asfalto,
sus obsesiones calcadas
en la huella de caucho,
y la muerte se le incrustó
en el estómago
como un volante

Vio lo cerca que está
lo que está a distancia
y el breve espacio
de maniobra
Recogió las tasas,
un trozo de retrovisor,
disuelta la golosina
de la velocidad;
deformadas las llantas
por la ley de Newton,
la inercia, la tristeza
que no puede saltearse
Recibió a los ángeles
en medio del tránsito urbano

Una nube blanca le atravesó
de lado a lado las sienes
y una respiración asmática
la curaba
cuando el paseador de perros
se acercó corriendo, preguntó
y la miró con ojos grandes:
caminaba
con movimientos normales
alrededor de sí

De La hybris, en prensa (de próxima aparición)

La casa en el aire

junio 29

El terreno fue desmalezado
y la tierra apareció rugosa
como la piel de un recién nacido;

apilados los troncos
dominada la zarza en lo bajo
entré y con una vara
marqué la zona para rellenar,
poco alcanzado por el sol
un limo informe;
al darme vuelta
vi el círculo de árboles
donde iba a estar la casa
y permanecí en su interior
como en un campo gravitatorio;
era el aire, un soplo,
una bienvenida; concluía
un país extranjero
y el páramo invernal,
despoblado el monte
a machete, se reordenaba
con los nuevos
accesos de la luz;
supe de los lugares que te eligen
y se convierten en un centro
sólo con mostrarte
que hay tierra alrededor
que en un giro
se oxigena el futuro;
a la extensión desprovista,
me entregué, sin votos,
a esa soleada austeridad
me confié, sin liturgias;

la vara era tibia
como la primera chispa
y el comienzo, ése

septiembre 8

Echar arena fue traumático
dos barcos descargaron
armando largas tuberías
y el terreno comenzó
a emparejarse
y pensar en las plantas
encontró la prolija
aspereza del relieve

Los vecinos decían
que la hojarasca y el barro
de las mareas luego, sedimentan
van mezclando de oscuro
ese amarillo extranjero
ese color de otras costas
en una hibridación inevitable,
después el pasto crecería

Trepadoras secas tironeé
colgadas de árboles enormes
y espinas, poco visibles,
hicieron lo suyo
sin bondad artificiosa,
pero mientras duraba el mate, vi
un arbusto medio escondido
entre una parva mustia:

un membrillo que echaba
cantidad de flores blancas,
marfiles anticipos de otras,
rodeado, como estaba, por la arena;
confabulado, el libro
que traía en mi bolso
también se situó en el sitio
del devenir:

muestra tu rostro, decía Rũmĩ,
porque el huerto y el jardín de rosas
son mi deseo

y un sol nuboso de invierno
el desierto persa, quizás
o el amante más hostil
resistieran su pedido,
pero estas ramas se alargaron
como una cesta de mimbre
y las flores del membrillo fueron
talismanes, un nudo atado
contra la aridez

Restaba tomar la paciencia
que tienen los ojos del lugar,
nimio, el indicio alcanzaba
para agujerear la negación
y encenderla;
la tarde caía en los claros de rojo
que empezó a volcarse
como un vino temprano


de Química diurna, Alción, 2004

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno che, me encantan las historias de muertos que ven su muerte. gracias, un abrazo

Arcadia dijo...

too much!!! Con la poesía De Alicia imposible no sentir que lo que lees va a ir creciendo ante vos hasta que tengas que admitir que lo escrito avanza sobre lo leído siempre desequilibradamente... Gracias una vez más leerla te enseña a esperar los significados.

gregoria dijo...

La conductora: narrativa pura presentada en verso. El corte aporta algo de ritmo a lo que como prosa sería un cuento corto, algo flojo y con final previsible.