sábado, 12 de diciembre de 2009

Daniel Samoilovich















Recordando una noche en Pekín

Cuando los rayos de la luna tropezaron
con el biombo decorado

las luciérnagas tejidas con hilos de seda
parecieron cobrar vida;

con abanico de gasa las ahuyentamos
y desdeñosas subieron al cielo

escalón por escalón. Trato hecho: sea para ellas
la bóveda donde una vez al año

se encuentran Boyero y Tejedora,
para nosotros nuestro escondite

tras el biombo, acá en la Tierra.


No pintar

El reflejo de los juncos en el lago
es verde claro, alrededor el violeta

indica la zona de menor profundidad, el azul
es ya la marca del abismo. Me resisto

a abrir la caja del papel y los pinceles.
Es bonito pintar y es bonito no pintar.

Dejar que la vida transcurra,
respirar: en el doble movimiento

de aspirar y espirar
está el juncal, su reflejo y sus flores que nunca florecen.

(Ni en el juncal ni en el reflejo florecen,
cabecitas que piensan-no piensan.)

Es bonito pintar y es bonito no pintar.
La vida es verde y es marrón,

mi mirada hace las veces del hondo azul,
mi tristeza el violeta de las aguas someras

que el pescador evita a fin de no enganchar
el anzuelo en las algas del fondo.


El combate del día

Me despertaron los zorzales, más ruidosos
que de costumbre. Durante la noche

llovió, y en la tierra húmeda
los gusanos no encuentran escondite.

Pata-sutil, dorso emplumado, duro pico,
hoy vence a escurridizo-cavador

en el primer asalto y por K.O.


El bosque fosforece como un mar...

El bosque fosforece como un mar,
la misma fiebre fría, pero muda,

el mismo ir y venir, sólo que inmóvil.
Las algas son los malos pensamientos

que cuelgan de los árboles, sin dueño.
Así es mi sueño, en este bosque duermo

y unas polillas que sobraron de la tarde
bailan en el rayo de luna.

—¿Verdad que somos bellas?
—Si no lo fueran —dice el rayo—, no

me tomaría el trabajo de alumbrarlas.


Ya volverán

Viene la madrugada con sus dedos rojos,
detrás viene rodando la mañana

como una epidemia de hepatitis A:
rueda sobre las casas suburbanas,

sobre las altas torres, la quema y el mar:
de este a oeste rueda: algunos demoran

en saber dónde están, otros entienden de inmediato:
algunos niños lloran: algunos adultos deberían llorar:

las estrellas agitan sus bracitos
en señal de despedida: ya volverán:

pero no todos los que ahora desperezan
seguirán vivos cuando asome la tarde.


Preguntas


¿Por qué se terminó?
¿Había algo más importante?

Vuelan los ánsares
de aquí a la Luna, al Lejano Palacio.

¿Es que la vocación de ser felices
no era en nosotros lo bastante fuerte?

¿O había algo que hacía que supiéramos
que todo aquello no podía durar?

Pero tampoco la vida durará para siempre
y no por eso desdeñamos vivir.

¿Por qué, entonces, terminó?

de Molestando a los demonios, Ed. Pretextos, 2009

2 comentarios:

Red10 México dijo...

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Red10 México dijo...

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