sábado, 12 de diciembre de 2009

Martín Armada




















Por compañero de ruta
es justo que algunos me miren con recelo,
copiando la distancia que un caballo
toma de un perro apestado.

la luz que entra por la ventana de la pieza
me hace pensar:
Stalingrado.
Sin ninguna moción particular,
sin chispa que valga ser llamada reflexión.

La luz pasa y es floja
y acá hace frío y es cierto que el frío sobrevive
en un cuerpo macho hasta volverlo un dibujo de saliva.

Ayer escuché a alguien diciendo la palabra “corazón”
por eso mientras espero que la estufa caliente
pienso al mismo tiempo en canciones de radio

y en la forma simple que algunos tienen de decir
que la lealtad es un bautismo,
que la traición es una cicatriz que se huele.



*
I.


porque pagaron con cobre
mis estudios sentimentales honro
a mi padre y a mi madre,

la casa con perro de mi padre,
la casa de mi madre
desde la que se ve una iglesia.

II.

para padre y madre el espíritu
se levanta sobre lo concreto
y si es como un vapor
es el que sube de las cosas,

padre y madre en el olor del pan que se quema
ven prenderse fuego un campo de trigo.



*

Desplazadas por gaviotas
las palomas ya no anidan
ni agrietan con su ácido el sueño
donde líneas rectas se mantienen
y cruzan como cables
el cielo amado de la ciudad de mis amores.

Que no sirva el sueño de refugio,
que no sirva ni de cobertor ni de consuelo sirva,
porque lo que pasa, dura pata de palo,
afuera se afirma:

autos del lado contrario,
el despunte de la decepción en un pasaje sucio,
muchos chicos en la lluvia y el viento.

*

Vamos, los muchachos de azul

antes por seguir una pelota
mandaron tanques que quemaron pasto y gente

hoy estamos nosotros.

Vamos, los muchachos de azul

Llueve y los amigos de los amigos
me pasan la botellita,
aunque el equipo gane o pierda
acá y en cualquier lado se tiene que perder la cabeza,
que por más que no se vea hay algo que ata a algunos
y los separa de los otros.

Llueve, llueve y lloverá,
pero nadie se mueve,
ideas se afianzan.

La evolución de las especies es fascinante
y el corazón de las ciudades transpira como un animal cruel.



*

Sentado desde acá
veo trabajar el puerto,
a los chicos en una playa sin arena
al borde de un país que se termina de golpe.

de paso cuento cuervos,
es como contar palomas o gorriones,

contar cuervos,
divertimento simple y austero,
una buena manera de sacar de la lista que traicioné
a mis mejores amigos.

Oh, que sus caras te persigan en la noche,
Ey, que si ves el sol de nuevo te ardan los pies
y te quemen los ojos,
Ay, que sus nombres sean pozos en un campo
permanente, sin mar, ni ríos, ni canales.

Daniel Samoilovich















Recordando una noche en Pekín

Cuando los rayos de la luna tropezaron
con el biombo decorado

las luciérnagas tejidas con hilos de seda
parecieron cobrar vida;

con abanico de gasa las ahuyentamos
y desdeñosas subieron al cielo

escalón por escalón. Trato hecho: sea para ellas
la bóveda donde una vez al año

se encuentran Boyero y Tejedora,
para nosotros nuestro escondite

tras el biombo, acá en la Tierra.


No pintar

El reflejo de los juncos en el lago
es verde claro, alrededor el violeta

indica la zona de menor profundidad, el azul
es ya la marca del abismo. Me resisto

a abrir la caja del papel y los pinceles.
Es bonito pintar y es bonito no pintar.

Dejar que la vida transcurra,
respirar: en el doble movimiento

de aspirar y espirar
está el juncal, su reflejo y sus flores que nunca florecen.

(Ni en el juncal ni en el reflejo florecen,
cabecitas que piensan-no piensan.)

Es bonito pintar y es bonito no pintar.
La vida es verde y es marrón,

mi mirada hace las veces del hondo azul,
mi tristeza el violeta de las aguas someras

que el pescador evita a fin de no enganchar
el anzuelo en las algas del fondo.


El combate del día

Me despertaron los zorzales, más ruidosos
que de costumbre. Durante la noche

llovió, y en la tierra húmeda
los gusanos no encuentran escondite.

Pata-sutil, dorso emplumado, duro pico,
hoy vence a escurridizo-cavador

en el primer asalto y por K.O.


El bosque fosforece como un mar...

El bosque fosforece como un mar,
la misma fiebre fría, pero muda,

el mismo ir y venir, sólo que inmóvil.
Las algas son los malos pensamientos

que cuelgan de los árboles, sin dueño.
Así es mi sueño, en este bosque duermo

y unas polillas que sobraron de la tarde
bailan en el rayo de luna.

—¿Verdad que somos bellas?
—Si no lo fueran —dice el rayo—, no

me tomaría el trabajo de alumbrarlas.


Ya volverán

Viene la madrugada con sus dedos rojos,
detrás viene rodando la mañana

como una epidemia de hepatitis A:
rueda sobre las casas suburbanas,

sobre las altas torres, la quema y el mar:
de este a oeste rueda: algunos demoran

en saber dónde están, otros entienden de inmediato:
algunos niños lloran: algunos adultos deberían llorar:

las estrellas agitan sus bracitos
en señal de despedida: ya volverán:

pero no todos los que ahora desperezan
seguirán vivos cuando asome la tarde.


Preguntas


¿Por qué se terminó?
¿Había algo más importante?

Vuelan los ánsares
de aquí a la Luna, al Lejano Palacio.

¿Es que la vocación de ser felices
no era en nosotros lo bastante fuerte?

¿O había algo que hacía que supiéramos
que todo aquello no podía durar?

Pero tampoco la vida durará para siempre
y no por eso desdeñamos vivir.

¿Por qué, entonces, terminó?

de Molestando a los demonios, Ed. Pretextos, 2009

Sonia Scarabelli

















El álamo negro

Despojado en apariencia
de toda vida
y vivo.

Así lo recuerdo
parado y puro
y desierto
por entero de hojas.

Ese árbol era
un álamo negro
pero nosotros nunca
le dimos un nombre.

Era el árbol.
Era real
y era un sueño
que habíamos tenido.

Todavía frondoso
cantaba al principio del otoño
entre los vientos
con tal belleza
que se quedaba uno
hechizado al paso
y sin saber por qué
también cantaba
de vuelta a la casa
por las noches.

Fue el gran espíritu
de una calle sin historia
en la que crecimos
pequeños y frágiles
derivando en un río
de luz incomprendida.

Oh, cuánto hubiésemos querido
crecer y cantar como ese árbol.
Altos y sin temor
y unidos a la vida
con raíces tan hondas.

Pero nacimos débiles
como ciertos pájaros
y a la hora del crudo invierno
volamos lejos.

A veces sueño
reencarnar
en una hoja de ese árbol.
En mi sueño caigo
dulcemente a sus pies
y allí de nuevo
por un instante
todo es uno.


El príncipe

El joven ciruelo
delgado como un junco
con las hojas
salpicadas de oro
me hace pensar
en un príncipe enfermo

si pudiera bailar
para él
como una concubina
y cantar con una boca
roja y tierna
las bodas floridas
de septiembre

y el verde traje
brillante de octubre
y los frutos redondos
y purpúreos de noviembre

si supiera
descorrer para él
los velos del futuro
y mostrarle
la blanca corona
que ceñirá su dulce frente
en un tiempo no lejano

con qué felicidad lo haría
aunque debiera
volverme yo misma
un engaño de la fiebre
una sombra danzante
en la tarde de otoño


ropa tendida

Suelta en la fresca media sombra
mientras el sol oblicuo cae
sobre las terrazas silenciosas,
se balancea la ropa tendida,
y este pequeño cuadro contemplado
de la prenda moviéndose en el aire
me vuelve más dulce la mañana.

Veo ahí un gesto que se prolonga atrás
como a la orilla
de un reino que tuvimos y era
del sol y todos los elementos,
allí esperábamos
giro de la estación pero también
vida y muerte dadas como en una
mano de madre,

distribuidas
como si todo fuera parte de esa
continua, cambiante forma
tan amorosamente empecinada
en mecernos bajo la luz
hacia el batiente y hondo
corazón del misterio.


Stapelias

Las Stapelias son unas extrañas plantas suculentas cuyas extremadamente grandes y bellas flores con forma de estrella sueltan un olor pestilente que atrae a las moscas. Su velluda, áspera textura imita la carne podrida de un animal muerto.

Piel de lagarto,
estrella de mar,
carroña

stapelia
orbea variegata

a mi madre y a mí
nos recordaba
la piel de los escuerzos

tu flor brillante abierta
con puntos grietas de oro
sobre el pardo rugoso
de los pétalos

Animalito
de desolación
cuánta belleza
fragilidad detrás
de la máscara
de diosa,

alma escondida
humilde
hablando de la carne
que perece

Fascinadas te vimos
soltar las cinco puntas
de tu estrella
por años
sin saberte
el nombre cierto

¿qué es aprender
un nombre?

temor y reverencia
nos daba
tu flor
de cielo inverso

carita de la vida
de la muerte
hermosura
nuestra

corrupción
que se anuncia
deslumbrando


No la nada

Para Germán Scarabelli
In memoriam

¿Será verdad que sólo
hay un vacío enorme tras las cosas
cuando vemos
subir la luz de un cielo como este
y abrirse el día así? ¿Será
verdad que atrás de estos colores
que el otoño dispersa, la belleza
y el dolor de los cuerpos
un santo ríe y nos espera
gozando de su engaño
con la furia inocente de lo altísimo?
¿Que hay consuelo después
como hay ahora
desconsuelo y salimos
despiertos de este sueño
y no al contrario?

Qué batalla la nuestra
si es tan dulce
a veces
cambiar esas miradas
con la luz
y si también la noche
se siente que cobija
a ratos
lo que nos duele atrás
de lo que somos.

Lo pienso ahora
que parece que te vas
y estás quedándote
al mismo tiempo en todo
lo que veo. Y no se pierde
tu forma, rasga un velo,
me digo, que entorpece
mirar lo que está ahí,
lo que sentimos
amar, y cuesta irse,
confiar en la ilusión
que, cuentan, es
lo misteriosamente
diferente
y no la nada.


De Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras, Bajo la luna, 2008.

Eran tres los que leían

Eran más los que escuchaban