martes, 29 de septiembre de 2009

VIERNES 9 DE OCTUBRE
20 30 HS

Vanina Colagiovanni - Gabriel Cortiñas - José Villa

En el Centro Cultural Abasto

(Gallo esquina Humahuaca)

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Irene Gruss















La nave va

Echa luz, máquina de faro, así te veo,
ojos y mente irritados, aturdidos,
puestos sólo en el círculo que gira,
no se apaga, gira;
echa luz, que no sea euforia el viaje
sino entusiasmo, es decir gracia de dios.
Aquí las mordeduras de lo que ayer fue pez
y la barcaza que va a tierra,
a cielo, a mar abierto va.
La nave es un desastre y sólo tengo sed
y un mascarón mordido ridículamente en el costado,
esto es
arrogancia del que no sabe
o no pudo llegar ¿a dónde?, ¿hasta aquí llegamos?
Como una espada sola, atenta y oxidada ruge,
échame luz, máquina de faro,
o nos estrellaremos.

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¿ALGO que lamentar?
Esa burbuja
o el dulce asunto,
envés de qué,
un gesto quedo,
como una mala traducción: qué de lamentar
si uno no sabe lo que da,
si uno apenas dice o calla.
Reparar, dice, reparar,
lo ido o lo deshecho,
la simple necesidad perdura
o el corazón se acaba.

De La mitad de la verdad, Ed. Bajo la Luna, 2008

Remordimiento


Nunca tuve
lo que se dice una buena dentadura.
Con mi boca mordí
Su nuca, su garganta,
la forma de morder
se fue adecuando
al poco calcio, la poca fuerza, a
las piezas postizas y a las que
fueron salvadas. Reír, eso quise.
Perdí las ganas de morder,
como quien deja la vida a un costado,
la ve ahí,
un vestido de fiesta doblado en la silla.

Llovió sobre el jardín, gotean
de lluvia y de un rocío nocturno
bombitas de colores.

Ahora, con lo que tengo dado
y quitado, con mi boca
beso,
y cada noche, antes de dormirme,
ruego a dios
no morir con los ojos abiertos
los dientes apretados.

El crujido

Ya no la inmensidad,
La luna perdida entre las nubes asculta algo
que no es nada.
Se acabó el brillo y el fulgor se detuvo,
como un espasmo, se detuvo mi mano en el aire
que acabó con todo.
Un no más intenso que el sí
de las niñas, esas que creían
en el destino y en las mareas,
la luna perdida entre las nubes,
esas que corrían a arrancar amapolas,
con la boca succionaban el tallo
de cada cual, raspaban con los pies rocas
hasta roerlas, más que el aire y el agua,
el tiempo perdido de las niñas se acabó,
como un espasmo; ni un sólo gemido en la noche,
cruje la intensidad, se derrama.

De La dicha, Ed. Bajo la luna, 2004

Florencia Minici


















Helicultura

Este individuo puede vivir tranquilo
adentro de un taperwer o una caja
de cartón o plástico, siempre y cuando
se le aseguren ciertas provisiones:
harinas mezcladas con calcio
en bidones chicos;
lechuga cuidada del ciclo
de la descomposición.
El individuo a criar, Hélix Aspersa,
con poca esperanza de vida
y un peso demasiado liviano para su velocidad,
no presenta problemas
para la reproducción.
Casi todos los e- books
hablan de un promedio de ochenta huevos
si la tierra es bien cuidada
en la maceta que debe colocarse
adentro del taper.
Es difícil entender si estos libros
tienen por objeto la burla, el erotismo,
el cultivo de la paciencia, la emoción
por la vida de las pequeñas cosas;
o nada más su objetivo
es vincularse con cierto núcleo
de pequeños emprendedores,
dispuestos a pagar altos impuestos
por animales, que de a toneladas transportados a Lima,
desaparecen de Yacyretá, apareciendo luego
en los instructivos
que suman voluntades
a la sana pasión de observar la vida.
El curioso, puede encontrar un padre,
en el criador experimentado
y propuestas fascinantes: uno a uno se atan
de mutua atención; llegan a un punto tal
que no se distinguen
en el uso de su técnica.

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Tokio se desplomó en el 23
cuando las casas eran bajas,
anchas, de madera,
de bambú y de papel. Desde la playa
me mordí los labios sin dolor,
en Mar del Plata,
con la noticia de que
para 2010
van a reformar el código Japonés de 1955
que calcula los principios fundamentales
en la defensa contra seísmos. Entonces
iba a poder tener una casa
con vista al mar, enrejada
indestructible. Todos los edificios
deben ser construidos
según la enseñanza de Tokio:
teniendo en cuenta una fuerza sísmica
lateral y proporcional
al peso del complejo habitacional,
Torres de Manantiales
o cualquier corporación del tiempo libre.
Tenía cerca una familia bien bronceada
con el mismo Clarín:
qué buena la línea de Tokio, mi amor,
ahora con el suelo y el riesgo
que su naturaleza nos pone en cada verano,
no se puede ir al mar
sabiendo si se va a volver
o si se va a flotar
entre las mesas de un restaurant
y los perros, y las cucarachas
que habrán sobrevivido a la bomba atómica
pero que a un tsunami
no; no volvemos
a Manantiales nunca. Con el mismo Clarín
la mujer más práctica que vi en mi vida
envolvió unos churros
y les dijo, vamos, está el viento
soy esta mujer, y no quiero
ser tragada en el mar, ni en los escombros,
no veraneemos
hasta que Tokio vuelva a derrumbarse
y la ingeniería de refugiados del MIT
conciba un código más perfecto
todavíaque el que está por venir.

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La guerra

1

odio Vietnam,
cada año
más y más occidental
cae de todas las bocas que toco:
comentan
batallas que nunca elijo, me caen
como una bomba al ojo:
una cara, amor, viajes
cortados por la mitad,
películas que dejaste
cortadas por la mitad,
miércoles o sábado, de repente
un estallido. La luz violeta
titila, en la punta de una montaña:
la selva explotada

2

Es verdad, yo tengo
un elefante en la cabeza
que galopa como una cebra
y se come a las moscas que atacan
la fruta y dejan rastro.
Tengo el Síndrome de Vietnam,
por la guerra más larga
del que la tiene más larga
contra el que no la tiene
y vive a la sombra
del único árbol en todo el desierto; así
no se puede:
elefantes, moscas, millones de dólares
un solo árbol y desierto: todo junto,
la cabeza abierta

Inéditos

María Cecilia Perna


















Golem

Estoy en la raíz de la oscuridad.
La caverna que me cubre, me ha cubierto
el cuerpo desde siempre — El cielo
único y negro
que conocí
es un nudo abovedado por encima de mi nuca. Ha sido así desde todo
tiempo posible hasta hoy.
Hoy
es algo diferente — se filtra
apenas una luz
entre las rocas cuarteadas del techo
un rayo blanco perfora
la maciza superficie de mi cuerpo — por primera vez
veo esto

hay una forma a pesar
del frío y del dolor y de las ganas
deformes de encontrar
un peso sobre el propio
oscuro peso

hay un color — nítido ahora
más allá del contorno que estas manos
intentaron armar
por muchos largos años — cartografía ciega
que corta
delimita — la aspereza del talón
del hueco
de la axila del pecho o el olor
terroso
de la palma dormida.

La materia del suelo
de esta cueva es rojiza
igual que la carne
que ahora froto por debajo de la piel — Deseo horriblemente
reproducirme — la luz
calienta apenas y yo
nada conocía de este sucio sentimiento.

No sé quién me escupió en este espacio muerto.
No sé qué hay de mí
además de esta estrella
que llevo tatuada en la frente — No la veo pero puedo
delinearla al tacto.

Debo ser
Dios mismo — debo
intensamente ya
reproducirme.

El agua
gotea incesante en la caverna. Quiero un hijo
y mis manos
conocen perfectas los contornos
de este cuerpo horrendo.

La luz puede ayudarme —
el barro
y mis manos
lo construirán con mi forma
idéntica — y a un tiempo
tendrá eso que me quite para siempre
estas ganas espantosas
de volverme contra mí.


Noon

La perpendicularidad de Dios
sobre la tierra
dura nada más unos minutos — justo antes
de la Nona
se hace su poder
particularmente extraño:
podría él a esa hora — de hecho
perforarnos la cabeza con un rayo —

La luz
de su mirada ubicua
se posa sobre el centro irracional
de nuestro cráneo — punto ciego
desde el cual se trazaría
la línea primordial que nos traspasa el cuerpo
a todos
y directo hacia la tierra — por fin
nos destruiría — tal es la fuerza asoladora
de sus ojos —

Su poder
aumenta de tal forma al Mediodía
que nosotros
somos apenitas sus reptiles
erectos a la luz
pequeñísimos monstruos hambrientos —

Es por tal motivo que debemos
— después del Mediodía
cantar en somnolencia
un salmo diminuto de alabanza
una ofrenda mínima de voz — misericordia
de animalito muerto
apenas renacido en las palabras — que fue presa
— perfumado
sobre la mesa tendido
a la cruel voracidad
de nuestros dientes.


Dragón Blanco

Así — estirada en la madera
húmeda del muelle
con el cuerpo enrojecido — el sol
me cubrió toda de escamas.
Años esperando enamorarme — así
del río
brotado de peces y de dioses
suaves
niños masculinos — protectores
que huelan como escamas.

Años — boca abajo en el muelle — la pierna colgante
estirada hasta la punta
de los pies en el agua — quebrando apenas
la tensión en circulitos
concéntricos brillantes
mis dedos aturdidos en el río. Pero del agua
nada proviene

el Dragón baja volando de los cielos
su rostro
de perro y de anguila
no asecha y desciende hasta mi nuca —
me roza apenas
— serpiente de escamas calientes
aterciopelada
su panza de fuego aplasta mi cintura y se levanta
estoy obligada —
a girar de espaldas sobre el muelle
de boca al cielo — veo
subir un hilo de luz al infinito
hasta perderse
mi corazón — supo que era él y ahora se hunde
silencioso en el limo.
— Nada proviene
del agua.

Los ojos se me nublan contra el cielo
respiro y parpadeo
y el río a mis espaldas
se contamina de mí.
— Silencio
de todo murmullo hasta que estalla
el muelle entre mis piernas
y la cabeza blanca
asoma desde abajo y se desliza
áspera de limo — húmeda de escamas
el cuerpo es de una anguila
me levanta — lejos de este muelle
al cielo
o en el agua —

desprendida
me encuentro para siempre
atada a la criatura que esperaba — los dioses masculinos
de repente
disputan en mi cuerpo la batalla infinita
del río contra el cielo
— me desarman
pero al mío
lo tengo entre los brazos y lo aprieto
así no se desunen
las piezas en el alma.

Eran tres los que leían


Eran más los que escuchaban