lunes, 27 de octubre de 2008

Eduardo Ainbinder


















SI NO LE GUSTA

que golpeen a su puerta
sin medir el impacto ambiental,
se transforma en un pariente pobre
en un recién llegado, inoportuno siempre.
Si no le gusta lo sucio
se viste como un deshollinador.
Si no le gusta salir ni hasta la esquina, oficia de cicerone;
de noche, parado en ciertas esquinas,
puede ver como, por unos pocos pesos,
niñas que hermosean el paisaje,
salen del brazo con quienes lo decepcionan.
Si no le gustan las plantas
se las encuentra a cada momento.
Con una cara le ocurre que si le desagrada
se transforma en esa cara.
Advertencia: no es un ser mitológico ni fantástico,
en todo lo que abomina
se convierte dos veces: desnudo y vestido,
con fiel y absoluto realismo.

INSCRIPCIONES ENCONTRADAS

recientemente en paredes de baños públicos
diseñados a prueba de leyendas lascivas
parecen demostrar que los jóvenes
poseían un alfabeto propio
pero no dicen si el joven del manuscrito
existió o fue mera invención,
si apareció en algún registro de patentes
o por el contrario no figuró ni en categoría de larva,
si anduvo solo por las calles,
con el riesgo implícito en que al verlo,
oportunistas creyeran estar
delante de un diamante en bruto
y corrieran a apropiarse del invento,
o si en todo caso justo antes de renunciar a escribirlo
para dedicarse a cualquier otra cosa,
el joven del manuscrito dejó a la musa en cinta,
por culpa de una celestina empecinada
en cumplir con su tarea,
por una polución nocturna, o por el sólo hecho
de sacarle punta a un lápiz.

Inéditos

SI ATRAVESARA

palacios y jardines imperiales, escaleras, patios, puentes
-------------------------------------------------/ colgantes,
y más patios, más espinosos jardines, hasta ganar la calle,
si recorriera ciudades enteras
abriéndose paso entre la muchedumbre,
aunque esto no podrá suceder ¡no será para tanto!
Pero si sucediera y por fin se presentara en tu casa
el peor de los donjuanes
antes de ejercer una suave presión sobre el timbre
sentiría un vértigo antiguo tal si el mundo aún se sostuviera
sobre cuatro elefantes ¡no será para tanto!
Aunque esto nunca, nunca podrá suceder,
pero si sucediera; ¡pueriles noches, amigos!
aún faltarían ochocientos años
con sus mañanas, tardes y noches pueriles
para que el peor de los donjuanes
se interponga entre tus ojos y el paisaje.
En todo caso estarás en tu ventana
sin tener en qué poner los ojos,
el peor de los donjuanes no es alguien
que se espera en una casa iluminada
aunque permanezca una lámpara encendida
para recibir a los insectos ¡no será para tanto!

PRIMERO:

Llegará el día en que podré exclamar
a mis seres queridos, personal doméstico, proveedores en
------------------------------------------------- / general:
Vengo de renunciar y estoy en éxtasis.
Segundo: en la construcción de la Gran Obra
apenas un insignificante operario;
en cuanto mis superiores se distraen
aprovecho para no hacer nada,
cuando intensifican los controles
le soy infiel al trabajo con la mente.
Tercero: si fuera mi tarea bajarles el pulgar uno por uno
a objetos que se ofrecen a la contemplación estética,
no le ofrecería el mismo brazo a una anciana decrépita
para pasearla por las calles,
además, a qué moverse de casa sí no sólo el metal
también lo blandengue se amoneda y circula.
Cosas que respondí, cuando me preguntaron
si mi experiencia fue significativa.

De Con Gusano, 2007, Internoza

Valeria Meiller


















Nuevo Plan de Fronteras

(He visto a una anciana sin dientes seguir cabalgando tras una columna en marcha…)

***

La transparencia al cuello es un cencerro y el mito
del origen se funda en el gen del ombligo.
Mis hijos están grandes, yo me quedo huérfana.

¿Qué quiere decir que padre nos hizo?

Puso un pañal de tela… En el ala del cuervo
huyó de la casa y en el monte
con un dedo en el iris esperó
que le saliera allí mismo de oro otro cordón
y floreció un ombligo.

***

Es un niño que no tiene padre.
Madre en el apuro,
natural lo levanta entre las manos,
lo pone cerca del pecho atado a un trapo.
No le importa que la genta diga, en el campo, que el misterio
de su nacimiento es una deshonra. Atada
al cordón de plata lo único
que carga además de un cuerpo pequeño
es una corona de orgullo en la frente, como de flores.
La primavera, en la canasta es otro hermano:
en la cosecha, no llora si lo hamacaba el golpe
de la cola en movimiento de un perro.

***

El primero de un sin límite transparente, expansivo
se prende de la rama, reza:

por el retoño del hermano, una punta en blanco
el blanco de la procreación desbocada.

Voy a seguir naciendo de todos mis hijos.

En el estado natural, la religión es el hijo.
El parto en mil, diseminado. La luz
de traer al mundo mil luminarias en el cráneo.
Y un omoplato redondo como la luna para jugar
al disco, arrojarse fuera. Más hijos, más hijos...
en el campo redondo, en el huevo fantástico.


***

Hubo que plantar la sombra para tanta blancura. Una alameda
que se tuerce al final donde se junta. El molino plantado también.
Las patas moliendo el barro. Pongamos un padre en las aspas
que gire y gire al capricho del viento. Que esparza las semillas.
La madre que junte y coma.
Donde sea fértil que sean sanos los hijos.

***

Llamar a un niño por el nombre de un ángel,
o de un caballo
ponerle el nombre, o de un perro con lomo
seguro donde aprender a caminar.
Pero llamarlo pronto antes que alcance
la cintura dorada del trigo. Llamarlo
en la urgencia del bautismo,
la cabeza en el tanque del molino.

De El recreo, inéditos

Andi Nachón


















Skaters

Todo lo que vive, vive para siempre y siempre
acontece tanto. Casi vos dirías demasiado, igual

alguien toma unas breves vacaciones
de sus días cierta tarde, una década
lo mismo da la India o algún taxi
directo a Paternal. Llegada y diferencia: cinco esquinas

mal encuandradas cuando una avenida deviene
avenida contraria. El cielo

el mismo aquí aunque otra forma del invierno, en verdad
su aviso hecho carne y hueso
para vos. Todo

todo esto que vive vive siempre: caen cáscaras, trucks de la tabla
engrasados por apuro o minucia
de novia despechada. Con la práctica

el intento de aquí a un paso
solamente eternidad. Novedad generosa y buen agüero
para este huesped inoportuno del invierno, así dirás: todo

dura y dura demás, incluso el salto tantas veces intentado
sucede ahora solo y se parece tanto
a un salto más. Arriba los árboles

más árboles descarnados, estrellas y vértigo
un edificio demasiado alto. ¿Quién no reclamaría su propio

corazón skater y afinado? O mejor tarde visitante en Paternal

que los fresnos se muestren todavía verdes y escoltando
calles donde podés quedarte, afianzar el sustento diario

una casa adonde dirás: listo

este corazón bien sabe qué late, qué
no pulsará ya.

Armas y rosas: golpeando las puertas del cielo.

Un poco de paciencia y bienvenida
la jungla ésta
más o menos abierta ante vos. Dirás así

la tarde entera la luminosa
espera de cambio
en integridad suficiente

un como sí de los días: enfrente espléndido el oeste

su explosión

duración completa y no pedida. Esta selva un juego
sin inscripción ni fecha
de caducidad evidente. Subidas

bajadas vertiginosas y tardes donde dirás
hasta yo estoy agradecida. ¿Más? Estampida brillante

recién cruzando la avenida cruzó tus días. Sin seguridad ni control
mi chica dulce

estalla el oeste todo
de nuevo frente a vos.

Sin dudas: sólo una chica.

Alerta y a contrapelo, si decide en cada otro
ver un otro enemigo de ella
ella puede decir: por dentro

me estoy pudriendo. Así elige fenómenos naturales
coronación y sudestada
para la mañana que insiste cada mañana

con su llegada. Alerta y a destajo

este contrato: corazón desganado
ante la sábana amplísima del verano. Cada otro es otro
cada vez más lejano. Cartonea minucias
migajas
restitos de eso que siente y no quiere

invocar maldad. Miedo dirá y elige
en tosudez y en esto
otro desastre natural.

La luna: nuestros recuerdos más raros.

Y esa va a ser
nuestra propia temporada en Marimbaud. Dos sillas
galería y sus tardes, una a una fundiéndose en ésta
única tarde final. No es preciso
hablar de quinina, jeringas ni láudano posible. Ese

nuestro tiempo de colonias: exploradores
estancados al calor del atardecer cuando vos

de pronto te parás. Otro felino más del lugar
con diez
kilos bajo tu peso, quizá más. -¿Los caramelos?
volvés a preguntar. Adentro cama en sombras, mesa
con la bolsa de mogul sobre los dos
barbijos que rechazamos usar: un imperio

sostenido por enfermedades crónicas. Sé bien

mi vestido es verde y más allá
el jardín se extiende para gatos dormitando
inconscientes en su capacidad de recordarnos: toxoplasmosis antes sólo

una palabra más
de nuestro amplísimo vocabulario. Y sí, ese verano
nuestra propia colonia avanza, desgastada en el vaivén
cuando no hay vasos

gin, rodajas de lima ni planes
para excursiones venideras aunque la luz
siempre distanciada se abra, casi con ese filtrarse
a través de los cubitos de un trago. Hay imprecisiones

la tormenta niega principio y también final
y así vamos nosotros en un largo
no llegar: mil gatos

el jardín
sus límites nebulosos hacia donde oteamos
como quien espera algo. Poco viene ya y nada

nunca llegará

salvo –destemplados– el anochecer y tu amado
al que consuelo a la distancia mientras adentro
sobre la queja del tubo de oxígeno vos
soñás súbitos prodigios artificiales.

Los chicos bestiales: cuerpo en movimiento.

¿Y si pudiera ver? Digo: si con ojos abiertos
confiara en eso, ahí visible, obvio ante mí. Si así posible
confianza fuera sobre alguna

permanencia: llueve, afuera las hojas
van a estar mojadas, calles
resplandecientes de gente
en prisa en huída
bajo un aguacero capaz
de hacernos recordar: estás aquí mientras la tormenta
sencillamente avanza. Esos pactos, con igual arrojo y sincronía

el agua cae feroz eriza
copas del fresno el rojo
retenido del reflejo en stop. Cierto

tipo de valor. Pero al fin sólo
cuestiones visibles resultan fiables
al menos para mí. Poco ayuda al alma el don
como una alarma
lista para sonar anunciando
próximo temblor: fatalidad nimia

a tono con la llovizna. Ayuda poco es cierto
decir me gusta demasiado todo esto
así que insisto y sé que aquí

puede estarse sin constancia alguna y casi
sin ninguna redención. Si puedo ver, aceptar lo visto

en eso apenas entredicho: ojos cerrados y asciende
de esta lluvia

su celebración. Ojos cerrados si confiás: llueve mi amor
va a llover.

de Volumen I, inédito

Eran tres los que leían


Eran más los que escuchaban